Saltar al contenido

Metraje Encontrado

marzo 14, 2022

Found footage es tal vez uno de los subgéneros menos apreciados del cine del terror. Ya sea por díficil de creer – la eterna pregunta de por qué los protagonistas siguen grabando los horrores en pantalla cuando cualquier persona racional ya estaría corriendo en dirección opuesta – o porque la cámara se mueve demasiado y causa mareos, es un estilo que hoy puede pecar de repetitivo, aunque de vez en cuando aparecen algunos cambios a la fórmula que dan cuenta de que esta aún tiene para rato: están los filmes conocidos como ScreenLife que reproducen pantallas de computador con chats y Zooms – Unfriended, la reciente Host y un largo etcétera – o el ejercicio anónimo de Murder Death Koreatown, una supuesta conspiración tan espeluznante que puede poner descontroladamente paranoico a más de uno.

Aún con esto y a pesar de su capacidad para reflejar su época – o más concretamente, la tecnología que se utiliza en un particular momento y nuestra relación con ella – se podría decir que el found footage ya está lejos de su época dorada, cuando The Blair Witch Project de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez nos hizo jurar nunca entrar a un bosque solos y creó además un fenómeno de marketing viral (antes que existiese el término “viral”) digno de estudio. Ciertamente, Blair Witch es un gran ejemplo de como hacer found footage efectivo y es el padre de este subgénero como hoy lo conocemos; aunque también se podría retroceder 19 años antes y darle ese título a la controversial Holocausto Caníbal de Ruggero Deodato, infame por sus escenas de maltrato animal; el cuerpo empalado en una estaca se puede obviar, porque es falso.

Pero es con la modesta leyenda de la Bruja de Burkittsville, Maryland que el FF tuvo su apogeo, aunque no fue el único experimento que se hizo con una técnica que aquel entonces estaba en pañales y recién empezando a echar mano de la tecnología existente, léase cámaras de video, metraje de 8mm, iluminación natural y/o mínima, mucha improvisación y presupuestos ínfimos. Los 90 nos dieron algunas joyas que, aplastadas por su exitosa contemporánea, cayeron en el olvido. Ahí está Alien Abduction: Incident in Lake County, traumante para cualquiera que haya tenido la suerte de verla en Cinemax de madrugada solo en una casa oscura; o Without Warning, un reportaje falso sobre un contacto extraterrestre que quiso ser La Guerra de los Mundos para la Generación X. Y luego está The Last Broadcast de Stefan Avalos y Lance Weiler, que tuvo la mala suerte de estrenarse pocos meses antes que BW y ser relegada a una mera curiosidad por lo mismo.

Existe un debate sobre que película influenció a la otra y es verdad que sobre el papel, ambas parten de premisas muy parecidas. Aquí también hay un grupo de cineastas amateurs (responsables de un programa barato del cable sobre sucesos inexplicables) adentrándose en el bosque para investigar una leyenda urbana, en este caso, el Jersey Devil o Demonio de Nueva Jersey, una de las tantas criaturas grotescas que forman parte del folclor del País del Norte. Tres del grupo terminan muertos en circunstancias misteriosas, mientras que el último va a la cárcel.

Al igual que su sucesora, Last Broadcast está armada a partir de los videos que dejaron las víctimas; ¿cayeron víctimas del desequilibrado “psíquico” que los acompañaba o del supuesto monstruo que habita el bosque? Es el trabajo de un desapasionado documentalista encontrar la verdad. El resultado parece un prototipo de todas esas docuseries true crime que Netflix parece estrenar cada mes.

Esta película es una cápsula de tiempo, un retorno a los años 90 cuando la internet aún se encontraba en pañales, las películas aún se filmaban mayormente en celuloide y el cine independiente recién estaba echando mano de las cámaras de video estilo 8mm para abaratar costos. Esta estética análoga/lo-fi hace que esta película funcione como el metraje perdido de unos aventureros entusiastas que se metieron donde no debían. Resulta hasta nostálgico verlos planear una transmisión simultánea via internet y banda radial, una tarea que hoy puede hacerse en un abrir y cerrar de ojos pero que en ese entonces requería de toda una logística; ni que decir que toda la travesía parte de un chat de IRC, pre-ICQ, pre-MSN Messenger, cuando el peligro de no saber quien estaba al otro extremo era incluso mayor que ahora, como lo comprueban estos improvisados.

Al tratarse de una dizque reconstrucción, LB echa mano de trucos de edición y efectos digitales primitivos, lo que rompe la inmersión que busca generar; estamos viendo algo manipulado y parece ser este era el mensaje, el que si estamos dispuestos a creer algo que conlleva un punto de vista bastante específico, por más que tenga la apariencia de no haber sido trastocado de ninguna forma. ¿Es la desaparación de este equipo un hecho fortuito de la naturaleza, o es algo más? Lo que debió mantenerse ambiguo, lamentablemente, recibe una respuesta muy literal.

Last Broadcast es una oportunidad de ver el found footage en su etapa más inicial; un estilo que luego Blair Witch y un sinfín de clones se encargarían de mejorar y refinar (hasta el cine peruano llegó tarde a la fiesta con cintas como Cementerio General o Secreto Matusita) Es la definición de una cinta indie noventera, hecha con unos meros 900 dólares; chúpate esa, Robert Rodriguez. Y con los cambios en la tecnología y sociedad que se dan a pasos agigantados, este es un subgénero que siempre va a encontrar la manera de reinventarse. Hoy son ventanas de chat; mañana podría ser otra cosa, como realidad virtual, por ejemplo.

From → Uncategorized

Deja un comentario

Deja un comentario