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La Invasión de las Películas Dobladas

noviembre 28, 2021

Al principio eran pocas. Su presencia era tan minima que muchos no vieron el peligro hasta que lo tenían cara a cara, frente a sus ojos. Para los más jóvenes, la presencia de ellas era algo que se limitaba mayormente al entretenimiento infantil, dibujos hechos a mano (y más adelante por computadora), no en carne y hueso; si a los chicos ya los hacen leer en el colegio, menos van querer hacerlo fuera de él, era un ocasional razonamiento.

Algunos, los más longevos, recordaban con lágrimas en los ojos el haber podido ver la historia del ogro verde en una sala como debió ser, con la voz original y no transformada en un dejo centroamericano que sentían lejano a un mundo de fantasia; se lamentaban por aquellas generaciones que no habían podido escuchar I’m a Believer de boca de aquel cómico afroamericano.

En un principio eran apenas un rumor, algo que fácilmente se podía evitar; si no son para la generación de uno, mejor ni prestarles atención. Pero pronto empezaron a aparecer más, avanzando, ocupando territorios y cementando su presencia. Pronto, ya no era solo la animación; las de carne y hueso, para todo público, las que recibían el rótulo de “familiar” pronto se rindieron a estas huestes. En cada lugar donde aparecían, levantaban una bandera cuyas siglas empezaron a inspirar temor: DOB.

Su avance fue estratégico: aparecieron en lugares que se consideraban “populares” – todo debido a un inflado y no existente sentido de superioridad – donde proliferaron en tiempo record. Poco importaron las protestas de aquellos que sentían no se les respetaba; según los altos mandos, la ocupación era lo mejor para ellos y totalmente justificada.

La oposición se hizo presente en los nuevos campos de batalla; ante el abandono de los terrenos impresos, la lucha se movió a los virtuales, donde peticiones, quejas, cartas y demás modos de combate se hicieron presentes. Fue una resistencia chica, pero persistente; aún así, era poco lo que se podía hacer frente a los embates de un batallón cada vez más grande, que pronto llegó a abarcar toda obra audiovisual, desde la infantil, pasando por los blockbusters masivos y las de terror que tan populres resultaban, hasta las de mayor prestigio que aspiraban a premios. No había vuelta atrás.

Con los territorios conquistados, se instaló un nuevo sistema; aquellas películas dobladas al español – de Centroamérica en su mayoría, aunque también aparecían voces más locales, habiéndose rendido frente al enemigo – rendían frutos, mientras aquellos que aún buscaban las versiones originales emprendían cada vez más extensas peregrinaciones en busca de refugio, teniendo que recorrer kilómetros de territorios hostiles y caóticos, a veces sin encontrar nada al otro extremo.

Esta situación continuó hasta que apareció una mano amiga, un oasis; nuevas plataformas que les ofrecían cobijo, sin mayor costo y con muchas comodidades. No solo les daban estas obras en su version original, sino que, propios de un origen más globalizado, interconectado e universal, ofrecían diferentes opciones de idiomas, juntando a todos bajo un mismo techo y creando una nueva aldea. Pero aún quedaban aquellos que, sentados frente a una pantalla en soledad, extrañaban la experiencia colectiva de las épocas de las salas, ya casi en vías de extinción.

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