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Verano Traidor

marzo 31, 2019

La nostalgia ochentera está de moda. No hay mejor ejemplo que Stranger Things, la serie que le rinde culto al cine de Spielberg, Carpenter y demás directores que formaron la cinefilia de uno en la infancia; o la cantidad de bandas rockeras – Crashdiet, H.E.A.T., Reckless Love – que han revivido el hair metal en toda su desenfadada gloria, pero con letras (un poco) menos idiotas y con mayor destreza musical. Esas épocas donde el cine no era políticamente correcto y donde mostrar como a alguien le arrancaban el corazón en detalle no te merecía más que un PG-13; un cine que de a pocos, está regresando.

Entre los cultores de este “cine retro” están los canadienses Francois Simard y Anouk y Yoann-Karl Whissell, mejor conocidos como RKSS o “Roadkill Superstars”, que hace cuatro años le dieron al mundo Turbo Kid, un delirio de bajo presupuesto ambientado en el futuro post-apocalíptico de 1997 (y filmado en una cantera), un tributo a Mad Max y a todas esas cintas futuristas baratas de la época, con un joven superhéroe disparando rayos, montando bicicleta y reventando villanos en un despliegue de sangre-con-balde digno de las primeras cintas de Peter Jackson.

 

 

Ahora, en Verano del 84 vuelven a la misma década pero en un registro diferente. Es el típico verano de pueblito chico gringo, el de las casas perfectas, cercas blancas y donde todos se conocen y se saludan todas las mañanas. Cuatro amigos – Davey, Woody, Eats y Faraday – pasan los días en las típicas palomilladas de chiquillos con exceso de hormonas: andando en bicicleta con Cruel Summer de Bananarama de fondo al mejor estilo de Daniel Larusso, jugando pinball, viendo revistas porno y tomando trago a escondidas, deseando con todas sus fuerzas a la imposiblemente bella compañera de colegio algunos años mayor que les quita el sueño… y tratando de averiguar si el policía solterón que es amigo de todos en el barrio es en realidad el asesino en serie que lleva una década cobrando víctimas. Es un cruce entre un filme de aventuras tipo Los Goonies, una cinta coming-of-age y Viernes 13.

Tal vez lo que más llama la atención es la soltura del trío de directores para saltar de un género a otro con naturalidad; así, lo que empieza como una aventura juvenil pronto se convierte en algo mucho más siniestro. Queda claro que estos chiquillos están fuera de su elemento y lo que debería ser un verano inolvidable (de esos que se ven en tantas películas de este corte, sean ochenteras o no), el verano de la madurez, del primer amor, del primer beso, de las fiestas, etc. – se convertirá en algo peligroso, hasta traumático y a pesar de las bromas, nunca se nos deja olvidar que hay algo oscuro a la vuelta de la esquina. Quieran o no, estos protagonistas perderán su inocencia; Cruel Summer resulta bastante apropiada.

RKSS toma prestada una idea de David Lynch y de muchos otros realizadores norteamericanos: que detrás del llamado Sueño Americano, ese retrato suburbano tan perfecto de la ficción, se esconde algo dañado, podrido. El vecino modelo podría ser un asesino en serie y la familia perfecta bien podría ser un matrimonio en colapso donde los hijos se llevan la peor parte. “Hasta los asesinos son vecinos de alguien” reza Davey y uno nunca sabe lo que tiene al lado.

Verano del 84 es un tributo ochentero; basta con escuchar la música synth de Le Matos – John Carpenter estaría orgulloso – para entender cuales son sus influencias. Pero su trasfondo oscuro y macabro le da personalidad propia y la lleva más allá de ser un simple ejercicio nostálgico; y si le vas a rendir homenaje a la década de la cocaína, el spandex y los peinados poodle, pues no hay mejor manera.

 

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