Saltar al contenido

El Otro Kaiser

noviembre 20, 2022

El fútbol, como cualquier deporte, tiene a sus grandes estrellas; los Messis y Ronaldos que mueven la pelota, meten goles, llevan a los hinchas al estadio y le dan a la disciplina el apelativo de Deporte Rey. Pero así como hay luminarias, también hay las figuras que no cumplieron con su promesa inicial, los que no dieron la talla ya sea por falta de disciplina o habilidad, los vendedores de humo. Y no hay mayor estafa en la historia del balompié que la de Carlos Kaiser.

En los años 80s, hizo su aparición en Brasil Carlos Henrique Raposo, alias Carlos Kaiser, una nueva estrella de fútbol local. En un país donde el futebol  es una forma de vida y todos parecen haber nacido con una pelota en los pies, había que ser verdaderamente especial para poder resaltar y eso al parecer hizo esta figura, que de repente empezó a pasearse por todos los grandes clubes de Brasil. Raposo, que recibió el apodo luego de que los se comparase su estilo de juego con el del alemán Franz  Der Kaiser Beckenbauer (otros menos ilusos aseguraban que era porque era ancho y redondo como las botellas de su cerveza homónima), hacía gala de una carrera internacional, en sitios tan dispares como Córcega, Arabia Saudita o Estados Unidos; esta envidiable trayectoria duró 26 años, durante los cuales el pelotero nunca tocó una pelota y apenas puso pies en la cancha.

 

 

Kaiser: The Greatest Footballer Never to Play Football (2018) es un documental inglés que relata esta insólita historia como un caso digno de Ripley. Viajando a Brasil, cuna de la samba y el balompié, los realizadores encontraron a Raposo, ya retirado y trabajando como personal trainer, recordando con nostalgia y buen humor las épocas en las que logró engañar a toda la comunidad futbolística internacional inventando una carrera que no existía, desde sus humildes inicios en un club de Córcega (luego se sabría que nunca había pisado Europa) hasta su paso por clubes cariocas de primer nivel como Botafogo o Fluminense. Promovido como una gran contratación, Kaiser fingía lesiones y otros malestares para evitar entrenar o ingresar a una cancha (en una memorable ocasión, se agarró a combos con un hincha para que le enseñen la tarjeta roja ni bien se calzó los chimpunes); cobraba sus sueldos por adelantado, se daba la gran vida, extendía sus contratos hasta lo más posible y cuando ya los había estirado cual chicle, partía buscando nuevos horizontes. Una estafa maestra que le duró dos décadas, al mejor estilo de Frank Abagnale en Atrápame si Puedes de Spielberg.

Kaiser, por su parte, se absolve mayormente de responsabilidad; los que lo inflaron fueron los periodistas deportivos, no él mismo; sólo aprovechó la coyuntura y demostró que pudo lograr ser alguien sin tener nada.  He ahí la duda: ¿Cómo pudo Carlos Raposo engañar a tantos por más de 20 años? La respuesta fácil es decir que en aquellas épocas no había internet, por lo que comprobar estas historias – incluyendo una temporada en un club anónimo en una pequeña isla del mediterráneo – no resultaba tan sencillo. Se podría decir que en efecto, fue el periodismo deportivo (y en menor medida, los hinchas) quien lo puso en el pedestal, tan hambriento siempre de encontrar e idolatrar a nuevos ídolos aunque no lo merezcan (como olvidar cuando trajeron al Perú al hermano de Maradona como el nuevo gran talento del fútbol local).

O puede ser simplemente que Kaiser, que era carismático, pintón, de buena labia, melenudo, que tenía todo para triunfar excepto habilidad deportiva, se supo rodear de las personas correctas. Su parecido físco con Renato Gaucho – pelotero fino, mujeriego, ídolo del fútbol carioca – le abrió las puertas y de ahí se codeó con figuras como Bebeto (quien recuerda al jugador fantasma entre risas) y Zico (quien apenas disimula su indignación), entre otros. Se las arregló para volverse el engreído del infame y temido Castor de Andrade, el mafiosisimo presidente del Club Bagua, una especie de Don Corleone local, quien lo apadrinaba y le perdonaba su falta de rendimiento, hasta que no pudo más y lo encañonó en el vestidor; el como Raposo se salvó de recibir un tiro en la cabeza se ha convertido en una leyenda urbana. Kaiser también fue apadrinado por otro dirigente mafioso, Emil Pinheiro, a quien el astro atendía en sus vicios (de todo tipo), lo mismo para otros dirigentes y jugadores, lo que le permitía tener cercanía a los clubes y también habla del lado más oscuro y corrupto del fútbol; si uno empieza a escarbar más allá de la superficie del jogo bonito, la cochinada va a saltar muy rápidamente.

El documental pasa revista a toda esta historia casi como sugiriendo un remake en ficción de todos estos excesos, una versión carioca y futbolística de El Lobo de Wall Street. Al final, un Carlos Kaiser solo y entrado en años se sincera buscando algún tipo de absolución; ya depende de cada uno si hay que creerle a un timador profesional. Mientras tanto, la gran mayoría de entrevistados no pueden más que echar las manos al cielo y reírse, sin poder entender como fueron engañados por tanto tiempo. Un caso como el de Carlos Kaiser ya no se va a volver a repetir. Hoy por hoy, es una leyenda urbana del fútbol que habla no sólo de lo impredecible del deporte, sino también de sus aspectos más cuestionables.

 

From → Uncategorized

Deja un comentario