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Payasos

febrero 20, 2023

Para algunos, son graciosos, simpáticos, siempre sonriendo detrás de su maquillaje blanco y narices rojas. Cuentan chistes, entretienen a los niños, hacen piruetas, usan globos para hacer animalitos y siempre están dispuestos a animarte. Para varios, sin embargo, los payasos son seres oscuros que esconden algo siniestro detrás de la omnipresente sonrisa. Un ser tan infame como el serial killer John Wayne Gacy – de día un payaso que animaba fiestas infantiles, de noche un homicida sin escrúpulos – les dio una permanente mala fama, que el cine no ha hecho más que exacerbar. Ahí están los payasos de Clownhouse (aunque lo hecho por el director Victor Salva con uno de sus jóvenes actores es mil veces más terrorífico), Pennywise, el Joker en todas sus representaciones, el payaso triste convertido en psicópata de Balada Triste de Trompeta, los Payasos Asesinos del Espacio Exterior, la entidad folclórica que comía niños en Clown de Jon Watts, el sádico Art The Clown de la saga Terrifier y un largo etcétera. Es gracias al cine que ahora muchos temen y hasta odian a los pobres payasos.

 

 

No podía ser de otra forma con la aparición de Wrinkles. Fue en el 2015 que en Florida surgieron avisos anónimos con la cara de una ciruela pasa pintada de blanco y con un inconfundible maquillaje blanco. Este payaso decrépito ofrecía un particular servicio: asustar a todos aquellos chiquillos malcriados cuyos padres no los podían disciplinar. Más allá de hablar mal de los padres mismos, fue así que Wrinkles empezó a asomarse en ventanas y jardines, aterrorizando a niños, quitándole toda responsabilidad a los padres y de paso creando toda una leyenda urbana alrededor de la figura.

El documental Wrinkles The Clown de Michael Beach Nichols es una muestra de como la cultura actual y la internet pueden no sólo crear memes, sino también estas leyendas modernas. ¿Quién es Wrinkles? Bien puede ser el viejo amargado al que la cámara sigue de manera furtiva, quejándose de que su gran plan significa que ahora todos quieren llamarlo o dejarle mensajes; el mismo que luego, disfrazado de payaso grotesco, se asoma de la nada haciendo gritar a más de uno. O puede que Wrinkles no exista, que lo que nos muestra la pantalla es un actor contratado y todo se trata de una elaborada broma.

El caso es que eso no importa, porque sea real o no, Wrinkles se las aregló para dejar huella en los soleados barrios de Florida. Para los niños más pequeños es un Cuco moderno, el monstruo que sus padres les dicen se los va a llevar si no comen sus verduras. Para los más grandecitos, puede ser una de esas historias que escucharon de sus amigos, al que llaman sólo para hacer bromas como si fuese Bart Simpson llamando al Bar de Moe. Otros se inspiraron y encontraron una repentina vocación por disfrazarse, hacer chistes y recibir pastelazos en la cara.

Y luego están los que no pueden dejar de ver el caso Wrinkles como vivir una película de terror en tiempo real, teniendo el antecedente de avistamientos en 2016 de payasos malévolos en Estados Unidos y Canadá, parados como estatuas en bosques y afuera de colegios, listos para darle un infarto a quien los viera en los horarios más inapropiados. Una macabra tendencia que hasta traspasó fronteras, a juzgar por el payaso mudo que uno podía ver a las dos, tres de la mañana en el cruce de Primavera con Velasco Astete, ofreciendo globos a los trasnochados sin decir ni una palabra.

Sea un payaso ofreciendo el particular servicio de sustos a domicilio, o una trolleada épica de parte de alguien con tiempo libre, Wrinkles pasó a formar parte del imaginario popular; y eso es algo que tiempos actuales, con la internet y memes, sucede con mucha frecuencia.

 

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